La semana pasada, al referirse al actual escenario político peruano, Mario Vargas Llosa declaró al diario La Tercera “El escenario catastrófico sería Keiko Fujimori. La peor herencia que podríamos tener es la del fujimorismo, que es autoritarismo y corrupción. Hay un sector que por desgracia todavía es nostálgico de Fujimori”. La pregunta real es porque existe esa nostalgia en la población peruana.
El Perú pasó por una etapa como de necesaria y forzada represión para salir del abismo político y económico en el que lo había dejado el catastrófico gobierno aprista del 85 – para tener una idea clara de ese Perú apocalíptico basta ver las vomitivas propagandas políticas apristas en contra del Fredemo, los videos de las interminables colas para comprar víveres o recordar las pintas terroristas en las universidades – con Alan Garcia a la cabeza. Fujimori y con él Montesinos llegaron en un momento preciso, y digo preciso por que en cualquier otra momento de la historia peruana el ingeniero de la universidad Agraria La Molina jamás hubiera alcanzado la presidencia. La suerte los alcanzó. Pero este par de corruptos suertudos siguieron un poco a ciegas un modelo económico exitoso y lo mantuvieron por 10 años de una manera casi religiosa (además de luchar contra el terrorismo con todas las libertades que da la ilegalidad y que a mi parecer el Perú necesitaba). Pero el precio que pagamos fue grande, una herencia de corrupción con la que cargamos hasta ahora, una población acostumbrada a ser manipulada e incapacitada para desenvolverse en democracia. La transición fue también dolorosa, paros, huelgas y protestas en el gobierno de Toledo fueron solo el resultado de cómo la gente aprendía, recordaba o descubría los beneficios democráticos.
Pero lo logramos, pasamos la prueba y cuando las clases medias se unieron, con un espíritu de cuerpo del cual yo no recuerdo precedentes, para enfrentar la amenaza del Humalismo lo ratificamos.
Ahora que por fin la amenaza Humalista parece haber disminuido los peruanos tenemos la oportunidad de elegir no entre el mal menor sino entre mejores opciones (ninguna perfecta por supuesto). Votar por Keiko solo basándonos en los relativos éxitos pasados y que tanta basura nos dejaron (basura que seguimos tratando de limpiar) sería un retroceso monumental que generaciones futuras de peruanos nos recriminarían, y creo, con razón.
